domingo, diciembre 23

un sueño un poco inconsistente

pienso en producir algunas cosas
para canalizar mi enojo
con el mundo actual

anoche soñé con vos: nos encontrábamos y me decías que había muchas cosas mejoradas ahora. en tu casa tenían un sistema nuevo de alarmas o algo electrónico, no entiendo bien qué hacía o por qué era bueno, pero a veces íbamos al fondo de tu casa en silencio y entre paredes y puertas de departamento se abría la rivera de un río con juncos y columnas. como tu propio delta, algo así.
-siempre quise ir con vos al delta, me parece lo más lindo del mundo, antes soñaba con comprar un barquito como el que tiene bill murray en the life aquatic y vivir ahí navegando mansos ríos, siempre por aguas fangosas, por deltas, por pasadizos del agua, nunca llegando a altamar porque es uno de mis grandes terrores. pensé que estas vacaciones me podría meter con vos al mar si me enseñás pero esta vez bien, no como el verano pasado que me arrastrabas de un brazo y fanfarroneabas y el agua me iba tapando y yo soy muy buena nadadora pero me venzo con facilidad ante las fuerzas inmensas y sentí que no sabías vos a dónde me estabas arrastrando y me dio un ataque de pánico-
en el sueño nos veíamos después de unos días o algo así, charlábamos y me contabas que anoche te quedaste con los pibes tomando merca y yo no te preguntaba si vos también tomaste porque entendía que sí y pensaba cómo está cambiando todo no tengo el control de nada. Después me decías: ah, nos vamos con mi familia a europa, me dijeron hace poco. y yo pensaba: qué injusto. Después había una heladería en donde siempre compraban, primero era medio parte de tu casa, me mandaban a buscar helado y yo iba y pedía dos medios kilos y entraban como tres o cuatro gustos en cada uno. Me atendía una señora con el pelo carré medio gordita, usaba lentes y estaba platinada. La señora me quería, fue el personaje que más me quiso del sueño. Yo le pedía el helado y aguardaba mientras preparaba todo y entonces reparaba en que nadie me dijo los gustos y yo difiero enormemente con la gente por los sabores de helado. lo único que faltaba, llevar a tu casa un kilo de helado de gustos raros, raros como yo! sin embargo me arriesgaba por el sentido común y pedía limón, chocolate con avellanas, dulce de leche con dulce de leche, uno especial parecido a chocolate blanco con cosas (eso era un medio kilo) y en el otro medio? no sé, no quiero llevar sambayón porque es mi helado de rara ni pistacho ni crema rusa ni coco ni tiramisú, pedía vainilla americana frutilla a la crema algo así completaba con menta, la señora me daba a probar el limón, yo exclamaba: este limón es el agua? o es mousse? ella respondía: limón del cairo, pero es limón, limón. no parecía.
La vieja envuelve el helado mientras charlamos de si tengo o no pendientes ocupaciones próximas (es decir, si estaba apurada) y yo le cuento que tengo trabajo que hacer pero es más que nada administrar cuentas de hosting, registrar delegar dominios, el espacio en internet que uno alquila donde subir un sitio, más que nada eso, cosas chicas, administrativas, todo con la computadora. Ah claro, mirá vos nena la computadora eso hacés, eso sos. Entonces mientras la vieja amiga y yo charlábamos entra a la heladería Agustín Paki Aguirre -y creo que soñé con él principalmente porque entré a un tumblr y vi unas cosas que hizo- atravesaba la puerta con un gatito atigrado en color gris en sus manos que acariciaba lentamente. Entonces me saluda como sabiendo que iba a encontrarme y me dice: esta vieja te mete mucha charla, dale agarrá el helado y vamos.
Un vidrio nos separa de la mujer que envuelve en papel y ata una especie de pionono relleno de helado gigante que no veo bien, pues es una suerte de postre lo que estoy finalmente llevando. Lo envolvía magníficamente con un papel que le daba vueltas y cada vuelta unos centrímetros más hacia un lado se desarrollaba el papel y era como un envoltorio redondo y un espiral a la vez. Le daba unas vueltas de cinta, un moñito y estaba quedando listo. En eso viene de este lado del mostrador la vieja y me regala una bandejita plástica donde entran varios gustos de helado a decir verdad tres, uno era dulce de leche con dulce de leche, el gusto que más odio del mundo, además había mousse de maracuyá y algo más frutal como durazno. Comía el helado y charlaba pero Paki estaba harto de la heladería y la vieja, quería irse a la mierda. En eso me pasa por un hueco que hay en el vidrio que nos separa el tubo-postre envuelto en papel. Lo agarro y encaramos para la puerta y ella viene detrás y dice: esperá, esperá! no viste algo!
salimos por la puerta de vidrio de la heladería tratando de evadir a la señora que nos frena porque era inevitable y me dice: qué cosa no viste? y paki señala el cielo y está todo lleno de una especie de humo y atravesado por el sol del atardecer. respiro profundo así como todos y digo: el humo. Y me dice: pues claro! el humo! están todos con el humo este!
saludamos y nos vamos, paki con el gato mimoso y yo con el pionono postre helado que lo sostengo y lo muevo y lo apreto y realmente tenía una consistencia genial, se mantenía armado pero con cierto márgen de movilidad. le pregunto qué hace en san miguel y me da a entender que se mudó por estos lados, después reproduce una charla-pelea entre automovilistas que quieren sacarse ventaja en un embotellamiento en la avenida mientras putean y dicen: qué barbaro el humo! a uno lo llama ''el pavo real de la calle'', yo escucho y admiro el paquete perfecto en mis manos mientras juego y le digo contenta: ¡esto es como un pito! ¡pero mucho mejor! caminamos media cuadra más, y me despierto.

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