sábado, octubre 4

Era una re secuencia todo, pasaban mil cosas, dábamos vueltas por un parque inmenso donde también vivía mi tía y ahí ranchábamos todos.
Los mejores momentos: perderme un toque hasta el campo de al lado. Reposar tirada en el pasto para vislumbrar un puma reposando del otro lado de un alambrado absurdo que no separaba nada. Pensar qué privilegio ver a un puma y no sentir miedo. Que el animal se sienta honrado. Que venga a mi lado y repose también casi meditando, feliz de que no le tema, feliz de que yo sea feliz, majestuoso, mostrando su poder con respeto, un segundo me pone la patita sobre la mano y yo respiro hondo y siento su pelo tan suave y exhalo de a poco para que no se sienta nada zarpado y los dos quedarnos contemplando la forma en la que el sol casi se pone creando oblicuos rayos que inciden entre los pastos altos y forman así haces de luz reales como versos de poemas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario