miércoles, febrero 18

Al final creo que fue un sueño medio choto. Íbamos a un destino turístico costero con gente con la que no queríamos ir.

Llegábamos, nos anunciaban las buenas: pasábamos a ser parte de la banda. Me daban un bajo negro y me sentaba en un banquito y dele practicar, partitura tras partitura, todos las canciones.

Dormíamos, íbamos, veníamos, teníamos debates literarios pero sobretodo éticos. Eran todos unos pelotudos imbéciles.

Las discusiones sobrepasaban la convivencia y nos alquilábamos una casa rarísima en la otra punta del pueblo (un pueblo de diez cuadras) donde ni bien llegábamos ya nos queríamos ir a la mierda. Nos hacían entonces ejecutar un tema. Yo no quería saber nada, agarraba el bajo al revés, con las cuerdas hacia adentro y tocaba con el pulgar medio raro pero sobretodo me terminaba parando y yendo.

En la calle DR tenían valijas llenas de libros tirados. Eran libros inmensos. Como una cajonera quizás algunos y otros como cajones. Yo les preguntaba cómo habían llegado hasta ahí los libros. Nada fantástico: con el poder de sus cuerpos. Tenía copias de libros de todos los pdf's que tengo en la compu. Me los regalaba todos. Yo volvía chocha chochísima y obvio para romper el momento, guardaba los libros y me bardeaba con todos.

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