domingo, marzo 8

Derivábamos por Lanús a las 4 de la mañana. Eso a penas nos perturbaba de a ratitos. Mil vueltas. Mil whatsapps. Mil paja todo. L y yo. Aparecía E. Aparecía B.
Ellos dos se miraban descubriéndose mutuamente en relación a mí. Estaban sentados en una calesita para niños de esas que se ponen en los fondos de las casas o las terrazas.

B obvio se iba a mandar alguna y yo obvio exasperada intolerante le hacía un gesto desastroso, hubiera podido acogotarlo en ese gesto.

Un poco alejados, L y yo, ranchábamos junto a un volquete impecable repleto desbordante de la más cheta basura electrónica.

Los pibes activaban todos para distintos lados y la secuencia no tenía sentido. Me enojaba con E. Lo veía irse a lo lejos una cuadra y lo bardeaba por whatsapp. El alivio.

Con L nos mirábamos a los ojos: así era mejor. Descrifrábamos un plan que involucraba la vida, esa situación, nuestro proceder, el todo, haciendo gestos sobre un ipad chetísimo con la pantalla destruída.

Y yo pensaba: ya fue la gilada, ya fue el amor. Acá estamos en la posta. Procediendo, efectivizando, siendo; L es infalible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario