Para empezar todo estaba disperso en stages o quién sabe.
Sé que hay más partes del sueño pero me acuerdo sólo estas:
Subir y subir y subir por escaleras, en plan de arreglar algo. Todo esto tenía que ver con los rusos. Las escaleras más que subirse totalmente consistían en tramos de escaleras y tramos donde trepaba, agarrada de los caños e instalaciones del edificio, hasta el piso siguiente. Finalmente llegaba arriba y había un don pintando algo estúpido de color cian. Se quejaba de cosas. Yo básicamente colgaba cuatro clavos en una pared donde correspondían. Me sacaba al viejo de encima y empezaba a bajar.
Bajar daba más vértigo. Pero tenía todo dominado. Era un monito. Ya ni tocaba el piso salvo por momentos para recobrar el balance. Bajaba como entre lianas por la interminable escalera esperando encontrar algo reconfortante al final.
Cuando llegaba a nuestro piso me sorprendía que por una puerta que pensaba era falsa llegaba a la puerta del que era nuestro depto. O sea, teníamos más vecinos que no sabía y nunca había realmente comprendido la estructura del edificio.
Al llegar lo que había era un juego. Una maquinaria gigante que tenía toda la estética glamorosa y brillante de los fichines en su época esplendorosa, de disney, o del candy crush. Estábamos como team compenetradísimos en terminar de hacer los upgrades que necesitábamos y pasar el juego. Gozar lo rico.
Fichadora incesante como sólo alguien que tiene que ver con los rusos podría ser, descubría que nos faltaban demasiados upgrades y niveles y que contener la cebadez sería lo más prudente.
Colgada por las escaleras trepaba hacia abajo hasta un bar donde estaban algunos de mis amigos.
Allá también estaban los rusos. Socializaba con todos -menos con los rusos, inalterables como siempre- pero algunas cosas no me cerraban. Los rusos estaban armando algo. Un guachito que se hacía el piola con todas me venía a hablar. Hablábamos de música. Al toque lo que él quería de todos modos era, como sea, desestimarme. Cotejaba las recomendaciones musicales que le mencionaba con mis imperfecciones físicas. Yo lo miraba extrañada. Me resultaba violento este encuentro. Le seguía hablando de música. Él me decía: ya entendimos todos que tenés calle, eso se nota por todos los tics de ex merquerita. Yo me ofendía muchísimo pero sobretodo pensaba en lo evidente que debía ser mi pasado en la piel. Un poco me decepcionaba. Daba media vuelta y me iba...
Supongo que por este intercambio y las características de mi personalidad entonces decaía el sueño (obvio!) y lo siguiente que me encontraba (obvio!), en la puerta del barcito, era a mi ex.
Me pintaba la regresión sentimental a pleno. Mambo hacer berrinche. Lo veía tan bien al guachín divino. Lo insólito era que vestía un equipito deportivo de mi club de fútbol. Eso fue lo inadmisible, digamos. No. De ninguna manera. No te podés vestir del globo siendo mi ex.
Además, organizaba con la guachada para ir a una fiesta. Casi exclusivamente por compromiso me preguntaban qué iba a hacer yo el sábado. No lo dudaba un segundo: Ir a la Ducó papa! el sábado juega el + grande!
Y sonreía. Sabiendo que él no iba a poder ir a ver el partido. Y lentamente me iba desapareciendo, subía unas rampas hermosas como las que vimos una vez en un parque en San Paolo. Me daba la angustia de la existencia cuando pensé que yo ya era la reyna de todo. Empezaba a desarmarme en llanto, pero mal. A lo lejos él me miraba. Pero no venía. Me enojaba muchísimo eso. Le empezaba a hacer señas para que se acercara y ahí nomás una catarsis berrinchera que incluía por qué nunca me supiste amar, por qué dejaste de ser de riber para ser del globo, por qué sos de libra y te patina tanto todo. Sin embargo casi al instante me re rescataba. Sentía que podía vencer toda la angustia con simplemente las cosas que ya tengo. Respiraba hondo y como un eco tres respiros más, atolondrados, me entraban por la espástica contravención corporal que me generaba el llanto y la angustia. Pero eso era lo último. Me desentendía al toque y volvía a casa.
Llegaba rápido a reptar, subir y bajar, colgada como una reyna de la selva, sentía mis músculos efectivizando todo lo posible y eso era el bien y mis habilidades para trepar y destrepar eran tan reconfortantes y eficientes.
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