viernes, marzo 31

  soñé que en casa de mamá en la heladera había pancitos de distintos tipos. algunos eran brownies, otros pancitos negros dulzones con una cobertura como glaseada por encima. habían venido amigos y a mí me encantaba la idea de más tarde hacerles unos sanguchitos con quesito de máquina y esos pancitos bien agridulces para todos.

además mamá tenía un localcito alquilado a dos cuadras de casa, ahí tenía una librería. en su ausencia yo tenía las llaves y de a rato iba a trabajar ahí. la gente pedía libros y yo los buscaba a mano, desconocía los detalles de la optimización de procesos del negocio. no me desesperaba demasiado.

también íbamos al súper, ahí R conocía a alguien que le gustaba y nos lo quería mostrar. nosotras, con carpa, nos hacíamos las compradoras desconocidas y observábamos cómo la cortejaban. subíamos a un carrito que tenía una pila de cosas encima, yo lo manejaba pateando las paredes e impulsándome desde las góndolas. desde arriba de la torre de papeles higiénico podía ver todo lo que sucedía en el supermercado. dejándome llevar quizás por la sensación feral de estar colgada de la altura como un monito, enloquecía. me volvía salvaje. saltaba entre productos y en un momento por el frenesí empujaba un changuito ajeno que salía disparado hasta la otra punta del pasillo y se estrellaba. los productos cuidadosamente seleccionados por ese consumidor saltaban por el aire. yo pensaba bueno, creo que estoy un poco sobresaltada. mejor voy a tranquilizarme. 

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