Estábamos en casa re realistas, pero también vivíamos con mamá, algunas cosas pasaban como inevitabilidades y entran los milicos, de trajes verdes y gorritos medio inglorius basterds. Nos mandan para la parte de acá de la casa, atrás. Revisan todo adelante, todas nuestras pertenecias, querían saber si éramos el pensamiento peligroso. Yo me ponía nerviosa por todo el porro que teníamos, Fede lo envolvía y lo escondía en cosas mientras los chabones revisaban adelante... dentro de todo estaban tranquis, teníamos miedo, había armas, pero estaba todo relajado, la tensión apenas subía de a momentos cuando pensaba en el faso.
Entonces terminan y se van pero no terminaron con nosotros y eso lo sabemos. Yo tengo que hacer unas cosas y a esa altura somos como una familia medio holocausto agazapada entre cosas revueltas, mi mamá toda judaizada con el pelo largo y flaca y narigona y con un pañuelo en la cabeza permanece en casa. Me llevan a interrogar o algo así pero primero me pasean en una traffic como si fuera una nena. Magui va adelante y el papá maneja, después paramos al lado de un poste de luz en el campo y se baja él y pienso que busca algo o llegamos, pero después la baja a ella y desaparecen. Al instante sube Stanley de The office que arranca la camioneta y me dice que él me va a llevar. Me paso adelante y me pregunta algunas cosas, me dice que no pasó nada malo y que esto es rutina, me pregunta la edad, le digo 21 (tengo 22), le pregunto si se la tengo que decir a los milicos, me dice que mejor no, que diga que no tengo 21 todavía y punto. Parece tener sentido en el momento, paseamos bajo el cielo celeste en zigzaguantes curvas y llegamos.
Estoy entrando a una especie de galpón por un costado portón corredizo abierto grande, no sé, parece medio patio techado sino; hay una mesa grande de jardín y al rededor las sillas desparramadas, está repleta de comida: ensaladeras y fuentes y placas de plástico. Algo muy parecido a navidad hace unos años. Me sientan a la mesa y el que me recibe se sienta también, es un loquito morocho pelo corto medio putito re lindo, ni idea, tiene una Colt colgada del brazo derecho, se sienta como si todo le diera igual y entra el rubiecito. El rubiecito de rulos y ojos claros tienen la nariz medio aguileña y los colmillos medio largos, me mira con expresión de loco y bien de cerca y me agarra de la cara y me intimida un poco. Ahora me suelta y me retan: mirá toda la comida que te hicimos! no vas a comer nada?... yo me pongo nerviosa y realmente no quiero comer, la ensaladera más cercana tiene tomate cortado mínimo y atún. ESTOY... CAPAZ ESTOY UN POCO NERVIOSA PARA COMER. Eso le digo y se enojan totalmente, me dicen que les grito en la situación en la que estoy, aunque yo no estaba gritando, no sé, me dicen eso y me dicen que entonces traen la mesa dulce y zaz, de un cambiazo instantáneo queda la mesa llena de tortas como si fuera un casamiento y yo me relamo un poco pero después vuelvo y ellos igualmente enojados porque no voy a comer nada. Miro a Stanley y se lo ve muy amigo de los pibes estos, por un momento me pregunto si toda la tranquilidad que me transmitió no habrá sido una farsa.
Me cambian de silla, en realidad me indican un rincón, hay una silla, me dicen: ahí sentate. Y yo pregunto: ahí, o llevo esta? Ahí. Entonces levanto la silla en la que estaba para arriba, la silla de jardín blanca, por sus apoyamanos y paso y la apoyo en el piso en el rincón cerca del rubio medio acrobáticamente porque al final me entorpezco y sin embargo me voy a sentar, me la sacan, me dicen, AHÍ, me siento. Me tienen que hacer principalmente un análisis así que me van a sacar sangre, el morochito me da una toalla bordó para poner encima de mi brazo que no tiene mangas cubriéndolo, la pone sobre mi antebrazo y yo algo no comprendo, la saco, la dejo en el respaldo y se cae al piso. El morochito la levanta casi intantáneamente y me reta de nuevo: no tirás una toalla cuando alguien te la da - menos en tu situación. Entonces agarro la toalla, la acomodo, me la enrosco en el brazo y miro la cara interna del codo, donde me van a sacar sangre, la miro y la siento muchísimo y los dos junto a mi brazo izquierdo sobre el aproyabrazos me miran con una birome roller de esas que tienen tinta adentro, marca china, en la mano. Como si fueran a poner mi sangre ahí y yo entiendo que algo bien no habrá en esto pero son milicos y bueno. El morocho mira confundido esperando algo para actuar y el rubio saca del bolsillo una aguja que tenía guardada ahí, para nada nueva pero yo dentro de todo me tengo fé, no me preocupo tanto, de alguna manera la ponen sobre la lapicera y me miran y yo desespero un poquitito y giro la cabeza y a mi lado está una compañera de la facu a la que le digo: nada es descartable y ella me entiende y vuelvo. El rubio toma la iniciativa con todo y yo me decido a curtirme, se avalanza sobre mi brazo, clava la aguja, pone la lapicera, la sangre brota, alguna se escapa pero de todos modos entra en la lapicera. Yo me retuerzo en la silla intentando mantenerme quieta y gruño un poco y sin embargo lo que siento es como una lenguita angostísima y larga lamiendo por dentro mi brazo, como una vena adentro de mi vena totalmente cebada. El rubio saca la aguja y yo pongo la toalla sobre mi brazo para secar también todo lo que se salpicó, de pronto ese momento se confundiza y de alguna manera se abre espontáneo y veo una escena donde no estoy: como si fuera en el frente del edificio del galpón, salen el rubio y el morocho y más soldados con las Colt y las Ak colgadas y tiras de granadas mirando hacia el frente decididos donde un montón de chinos mafiosos parecen llegar al combate, el morocho levanta la Colt y empieza a descargarla sobre todos en un instante eterno donde veo todos los destellos de las balas ruidosísimas, encandilantes, confusas, más fuertes que nada. Me despierto en ese instante violento, directo a sentarme, el teléfono sonando y sonando y sonando me obliga a levantarme.
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