Los sueños son confusos quizás sea lo mejor de ellos. Me refiero a que son REALMENTE confusos, auténticamente confusos e intangibles. A veces la confusión nos ataca en estado de vigilia persiguiendo esta realidad 'cierta' y 'tangible' contra la que no existen grúas ni máquinas demoledoras para tirarla abajo -sin embargo la frustración es tomada como injustificada-. La inmaterialidad de la realidad que se nos presenta en los sueños es la más grande chance para la consciencia y eso nos puede hacer infinitamente libres, incluso cuando no lo descubrimos. Puede estar por comernos el más grande de nuestros monstruos y sin embargo somos libres, el único límite, la única cadena es nuestra mente y si tenemos una pesadilla es porque no nos podemos permitir la libertad, porque nosotros estamos atados-al-monstruo y nunca viceversa. Es gracioso porque así también pasa en la vigilia, en el mundo de ladrillos y cemento.
Dormí 12 horas para soñar mucho y funcionó. A veces uno duerme para no pensar y no sentir pero suele ser un clásico error, nunca es efectivo pero qué más da, cuando uno toma esos actuares generalmente no está en el camino del bienestar personal. Pensar que el cerebro se desactiva cuando dormimos es tan ingenuo como creer que existe la comida natural.
Soñé con un novio o algo así, dos novios. No sé, como que iba mutando el pibe, yo ni me rescataba. Estábamos en una ciudad que podría ser Gesell o el Calafate, chiquita, turística, pintoresca. Asistíamos a un evento, era algo profesional-artístico-universitario, ni idea. Había un gran auditorio inmenso lleno de butacas y gente y asientos vacíos también. Estábamos en un grupito y mi novio no me pasa ni cabida pero se chamuya bocha a una rubia. En algún momento me indigno y en algún momento me enrrosco pero me rescato y pienso: i'm beeing such a killjoy, es obvio! no sé, magia onírica de por medio, cambio la onda me siento con el pibe un par de chistes y chapamos. Nos vamos de la conferencia o lo que sea que mirábamos y nos perdemos y desencontramos, damos unas vueltas, charlamos, cosas raras suceden. En algunas paredes aparecen declaraciones por ejemplo como estatus de facebook de gente y cosas así, todo se volvía un flash multimedial y había un algoritmo justiciero que publicaba en las pareces cosas trascendentales que las personas iban diciendo. Estaba bueno aunque no retuve ninguna.
Vueltas vueltas y es momento de ir a otra sala de conferencias donde caemos con bajón y ocupamos un área de asiento vacíos, esta sala no tenía las butacas ordenadas sino que daban vueltas y se espiralaban y lucía un poco como un mapa de lluvias o algun gráfico de montañas que se levantan. Ubicamos un spot y ranchamos y sacamos la comida, viene un tipo a ayudarnos a terminar de prepararla, por ejemplo, quería pisarnos un puré que no estaba listo. Yo flashaba algo con el chabón y lo despachaba de toque. Queríamos dormir y lo particular de la sala era que había telones que se cerraban por varios lugares, por todos lados. Era raro, yo pensaba: con todos estos telones cuando empiece la peli no vamos a ver nada. Pero de momento no importaba, estábamos saboreando el momento de acostarnos en las butacas que formaban formas circulares y quedarla pero sin embargo suena una alarma, se activa algo, y el círculo de butacas en el que estábamos se convierte en nuestro carrito. Por cronograma de la organización del evento es hora de montaña rusa! yo pienso: sí! y también pienso: se nos van a caer todas las cosas y los bajones. Después pienso: pues qué importa!
De todos modos no llega a caerse nada porque todo se convierte realmente en un carrito, sólo que esta montaña rusa no tiene protecciones ni barras que te agarran ni nada. Empezamos a subir y me da un poco de miedo, pienso en esa sensación de la panza, creo que es el vértigo, siempre me pregunté de dónde venía. La montaña rusa nos sube y nos baja y nos suelta y se desplaza a gran velocidad. Yo adopto posiciones extrañas, primero por el vértigo, como empujarme con mis brazos y piernas contra una esquina del carrito, o ponerme media de costado. Cierro los ojos y después abro uno sólo y como en una película de terror espío el paisaje, la perspectiva, el ángulo. De pronto me doy cuenta de que no me da tanta impresión ni tanto miedo entonces pienso: tengo que mirar bien todo, tengo que mirar bien todo y recordarlo. Empiezo a mirar cómo se mueve todo, cómo caemos, como gira el horizonte, como subimos y el cielo es el blanco donde esperamos dispararnos. La montaña rusa va para adelante y cuando llega al final de todo vuelve para atrás, yo me río mucho y me pongo unos lentes de sol que no me preocupa que se caigan porque sé que no va a pasar. En algunos momentos un rayo de sol me pega justo en el fino borde dorado de las gafas y se hace un destello que combina con mi sonrisa. Estamos en la montaña rusa por horas.
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