Estábamos esperando el tren con P y unos amigos fisuras que tenía. Yo tenía el presentimiento de que no iba a llegar nunca, sin embargo, aparecía. Subíamos al tren aunque yo no tenía que tomarlo. Estábamos en el último vagón y el tren arrancaba, no en dirección a SM, sino en dirección a Retiro. El tren comienza a andar y P se da cuenta de todo, el último vagon va a ser retirado con el tren en funcionamiento. Por eso rápidamente salta al vagón siguiente antes de que el vagón en el que estamos cambie de riel. A mí me da miedo saltar entonces me quedo parada, agarrada, en la parte de adelante del último vagón que ya está haciendo un camino distinto. Se dirige a gran velocidad a algún depósito. Tengo miedo pero pienso que todo debería estar bien, porque ni siquiera avisaron que iban a separar al último vagón, o sea, yo no había hecho nada mal...
El vagón atraviesa lugares atiborrados de cosas, como galpones con troncos y caños. Va a las chapas mal. Tengo mucho miedo y por eso casi todo el tiempo cierro los ojos y el viento hace que me salgan algunas lágrimas que pasan rápido por mi cara y desaparecen por la velocidad. Sin embargo me da miedo no poder sortear algún obstáculo e intento mantenerlos abiertos, a pesar del miedo.
Finalmente el vagón entra a lo que parece ser el último depósito, el último galpón. Desacelera lentamente y, para mi sorpresa, frena justo en un área en la cual el depósito entero se convierte en un gimnasio super especializado en el cual orientales con trajes de kendo y karate hacen fli-flás, suplés y mortales, pegando patadas voladoras en el medio con katanas en sus manos. Me resulta turbio porque el gimnasio tiene mucho nivel, parece serio, preocupante. Bajo y empiezo a correr por las piedritas de las vías. A lo lejos se deja ver el final de los andenes de la estación Retiro de la línea SM. No estoy perdida, puedo salir. Corro e intento ni mirar a la gente entrenándose, aunque a ellos no les llama mucho la atención mi presencia... salgo del galpón por un costado y sigo corriendo, pero el área está llena de policías y fuerzas armadas tipo GEOF con radios. Uno me derriba en un segundo. Un tacle preciso y me doy de lleno contra las piedritas heladas y filosas que rellenan las vías, me dobla el brazo para atrás y me dice: "LOS CINTURONES DOMINAN EL MUNDO, no te olvides". Con un movimiento rápido y ágil me levanta, me suelta el brazo torcido que debería estar doliendo mucho más. Lo miro a los ojos mientras empiezo a correr y le respondo "me quedó clarísimo" y corro corro corro, huyo hacia la estación, donde llegando al final de los andenes están P y sus amigos que corren hacia mí para ver si estoy bien, aunque antes de llegar a encontrarlos, me despierto.
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