Anoche, en un momento, soñé que iba a la casa de I y él tenía un hijo, un pibito. Y estaba F y yo la amaba tanto como siempre, me daba gran emoción reencontrarme con ella. Ella cuidaba al nenito y el nenito era parecido a las fotos que ví de M cuando era pequeño, como esas que tengo guardadas en una caja y jamás me animaría a tirar. El punto es que I no hacía mucho por su niño, y F tan bella como siempre lo cuidaba, cocinaba comida hermosa, decía cosas maternales. El hijo de I era un nenito bardero y era bastante malvado. Siempre pensé que I durante su infancia debía haber sido un nenito malo, cometedor de travesuras constantes, mandándose cagadas y respondiendo tan rebeldemente como su padre, que es un gran, gran rebelde de este mundo.
El nenito bardeaba y pegaba pataditas y hacía lo que se le cantaba el culo, y eso me parecía muy lógico. Y F me parecía muy hermosa y me apenaba mucho estar viéndola después de tanto tiempo. Y yo era alta, más alta que ella, y la abrazaba y la podía contener casi toda entre mis brazos. Su fragilidad perfecta, su sensibilidad, su vulnerabilidad que se completaba de una manera única con la paciencia, la potencia, la capacidad para dar tan bien tanto amor.
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