Parte 0:
Reconstruyendo hacia atrás:
Colectivo. Primero pedía bajar en un lugar, vueltas, gentes, misiones.
No sé cómo pero me que daba sola. Sola, sola.
Y ahora sí, para adelante:
Parte 1:
Me encontraba entrando a una casa, una pieza oscura me daba la bienvenida. Ruidos, misterio, tensión.
El sentido de la realidad se conformaba de a poco, como por partes que encastraban. Era un poco improvisado, también un poco arbitrario.
Escuchaba una respiración extraña. A lo lejos lo veía: Una criatura lenta, gomosa. Realmente era como un Ángel de Evangelion mezclado con un fantasma. Yo tenía las manos vacías pero le disparaba igual. Le disparaba como si sostuviera una gran pistola de láser. Le disparaba sabiendo que cualquier cosa que mi mente pudiera imaginar, estuviera ahí o no, era un arma que podía tener en mis manos.
El ángel se deslizaba lentamente y la pistola iba resultado más inefectiva. La cambiaba por un cuchillo (pelear-cuerpo-a-cuerpo-es-lo-mejor) y lo mataba. Lo curioso de estos bichos: antes de morir, eran personas. Era un ser humano corrompido y deformado lo que habitaba dentro. Esa era su verdadera materialización. Una persona. De todos modos no podía correr riesgos: lo mataba.
Pasaba a la siguiente habitación.
El segundo ángel era parecido pero más grandote, algunas armaduras orgánico-geométricas lo cubrían. Peleábamos una vez más y yo me sentía cómoda, canchera, había aceptado matar al segundo ángel. Antes de morir veo al ser humano que lo componía: era un viejo.
Sigo caminando y ahora estoy más cansada, eso me pone más tensa. El tercer ángel resultó difícil de matar. El tercer ángel no era joda. Flaco, alto, rápido, con la cabeza con la forma de un pico de romper. Así. Voy a hacer unos dibujos de este ángel después. Parecía salido de Dragon Ball. El tercer ángel tenía un aire muy siniestro y asesino. Una sonrisa leve pero permanente, un gesto de confianza.
En un segundo lo tengo encima mío. Se desplazaba a la velocidad de la luz. Le disparo en la cabeza. Pero lo tengo totalmente encima mio. Una pared, yo, el ángel apretándome. Los ángeles no me lastimaban realmente. Éste tenía garras tubulares, largas, que se achicaban por las puntas gradualmente hasta terminar filosas. Me tocaba la espalda con una actitud violenta, pero realmente no me lastimaba. Yo estaba desesperada por estar viendo su sonrisa tan, tan cerca. Le disparo uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, SIETE tiros en el mentón, en la frente, donde puedo. Le acuchillo el lugar donde deberían estar sus oídos y siempre con una sonrisa, siempre confíado. Finalmente su exterior empieza a prenderse y apagarse y queda él, sólo. Un pibe alto y flaco y sonriente al que sin tener que darle un golpe más, desaparece y muere.
Después de este ángel no quería saber más nada. Busco una salida, una resolución, un cierre.
Veo una cara, todo lo que veo es una cara. Una media cara. La sonrisa oculta entre las sombras de ese habitáculo húmedo y enorme donde me encontraba. Una cara más orgánica que las anteriores, de piel tersa y verde agua. Una cara acuática, con pequeño musgos conformándole una armadura que llegaba a ser casi crustásea y adornándole la cara estrellas de mar secas, enrroscadas sobre sí mismas, verde pantano, deformes.
Sólo oigo una risa minimalista y potente que me crispa los huesos del pánico.
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