Mientras me dormía, en un segundo, soñé que caminábamos con unos indios, señores de la tierra, por el desierto del norte. Nos guiaban por un viaje de peyote y adelantado a todos marchaba flashando a gran velocidad el señor Pedro de Mendoza. No sé si Buenos Aires existía o aún no para ese entonces.
Los indios tenían el poder. Eran nuestra iluminación
Nosotros sólo teníamos un sueño.
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