miércoles, noviembre 18

habíamos ido al cine en un hermoso edificio clásico de espacios exacerbados. yo estaba aguerrida, reaccionaria, eh, tan cara la entrada, eh, ni un vasito de agua estos gatos. La sala era circular de prolijos pisos de madera. la gente defendía la institución. "rescatate eh calmate". en el palier a la sala modelos reposaban en lujosas reposeras, se exhibían.

en la sala de pronto algo se presiente.  yo lo presiento. un flashforward: la peste. somos animales. todos infectados. podridos, formando una familia.

de nuevo en el presente; acontecía un atentado. el caos y los gritos. se respira polvo. las modelos descansan pero putrefactas, todas con un agujero en el pecho. igual de lánguidas que siempre pero inmóviles, todas muertas. eran hermosas. igual el caos.

empezamos una peregrinación en grupo pequeño, todos unos puntos a unir por los que huíamos tiritantes del miedo y la adrenalina. todavía no se había oficializado nada. pero yo tenía una idea, ese recuerdo del futuro. corríamos intentando no transmitir el pánico, eso nos daba una esperanza de nosotros por lo menos poder zafar. las cosas se sentían cada vez un poquito más siniestras, cada vez un poquito más de olor a cal que come la carne y el pan.

de pronto, una micro misión. tengo que ir a buscar una plantita de churro florada, hembrita, hermosa beba, rozagante de cogollos, a la casa de AO. AO me espera, dice, yo decido agarrar la bici, yo discuto con mis amigos que por momentos recuerdan y por momentos no el incipiente estado de emergencia. de pronto estamos en la vereda. P me dice que viene conmigo. P monta una moto kawasaki ninja mate digna de Akira. yo empiezo a tener paja. le pido que me lleve, que mejor me lleve, que haremos más rápido. caminamos una cuadra y él se detiene en una parada llena de gente. yo le dijo que no, que agarre su moto y me lleve. yo me sentía excitada ante la idea de viajar en moto, viajé en moto muy pocas veces. yo me sentía excitada ante la idea de viajar en moto y que no sea incómodo ese abrazo reglamentario, inevitable. agarrar la sensual cintura de mi novio, pasarle las manos bajo los brazos y unirlas adelante de su abdomen. sentir así la velocidad y también el peligro. yo me excitaba. AO me mandaba mensajes y mensajes y yo no los podía leer, no los podía contestar. yo pensaba en cruzar la capital por av san martín con una plantita florada en una mano, en el oscuro presente conspirativo de la ciudad, a toda velocidad, en la kawasaki ninja de mi novio. igual en vez de hacer eso nos quedábamos.

en la oficina, al día siguiente, las cosas se sentían raras. nos íbamos temprano. me encontraba con todos en casa, P, mamá, papá, F, AJ, muchos más. llegaba un momento de la verdad, la aceptación invariable que se venía gestando. para eso mamá elegía agregar levedad a las cosas, darles instrascendencia preparando un postre increíble que tenía un montón de mousse marroncito de ese que va en la más especial, la capa del medio, de la sopa inglesa del torino. además frutillas, frambuesas, vainillas mojaditas en vino dulce, histórico, tradicional, naturalizado, inocente. comíamos el postre sin hablar del elefante en la pieza, de hecho el elefante era un elefantito, una posibilidad de existencia o aparición de una versión diminuta, inofensiva, noble, del tiernísimo paquidermo. sonaba el timbre. alguien elegía abrir la puerta. no, no, no, no, no. no abran la puerta.


no sólo la abrían sino que bajaban unos escalones e incluso con algunos, desde arriba, asomados algunos por el hueco de la escalera caracol antigua, alguien apretaba el mágico botón que sacaba la traba de seguridad de la puerta de calle. ellos subían. empezaban los gritos. yo apenas me asomaba y entraba en pánico. en la calle también, pánico, pocos gritos, todos desde las veredas, pánico. subían todos los nuestros, los buenos, y AJ mantenía la puerta abierta: dale, dale, la conchadesusmadres, cerrá, cerrá boludo. AJ me decía que espere, pegaba una cinta aisladora como burlete en el borde de la puerta antes de cerrarla. era indispensable para que la puerta quedara sellada. los otros, los malos, iban a enfermarnos con gases, esporas, líquidos, no los iba a detener la puerta. AJ terminaba de sellar cuando el rostro del líder del mal se presentaba ante mí, mi papá cerraba, ellos empujaban la puerta como una estampida de toros que corren atrás de una carnada roja. yo pasaba la llave, el pasador nos salvaba. la puerta estaba sellada. ahora, nos habíamos comido casi todo el postre, ahora, cuánto tiempo íbamos a poder sobrevivir en esta casa inmensa, con el mundo exterior pudriéndose, y nosotros acá, llenos de mousse, pero sin comida.


la miraba a mamá descorazonada. mamá me abrazaba. yo le decía:
y todo empezó,
mamá,
con modelos
con un agujero en el pecho
con modelos,
mamá,
que no tienen corazón

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