Pasaban un montón de cosas rarísimas:
En la costa montañosa de mar encajonado teníamos que irnos. La salida es mediante un buque que es tan inmenso que subimos a él desde arriba de la montaña. El pueblo son tres casas y un muelle y lo vemos todo desde lo alto.
El barco arranca repentinamente y todos me dicen 'mirá Uli, dejaste allá tu mochila' y es cierto. Contra los pastos secos que delimitan la senda que llega a lo alto del acantilado está apoyada. No sé qué hacer porque saltar de nuevo me da pavor y el barco empieza a moverse mucho.
Misteriosamente no tiene parte de adentro o no sabemos cómo bajar. El casco parece ser hueco y está cubierto en una tela amarilla finísima e inmensa que lo embolsa y lo convierte en un castillo inflable pero más blando. Con el viento marítimo y el romper de las olas volamos de un lado a otro rebotando en su superficie. Tenemos un poco de miedo. Intento agarrarme a la tela floja con las manos lo más que puedo. Es tela de paracaídas o de rompevientos de los 80s.
Debería haber dicho antes: éramos tres Ulis. Estaba yo, estaba la Uli que no tenía miedo e iba callada, y estaba mi amiga Uli.
De pronto mi amiga Uli me indica que mire a al horizonte del mar. Entre tanta luz y color celeste crema se ven montañas de agua clara descomunales. Los brillitos del sol en las arrugas de las olas son supremos y es como una gran masa de mar altísima resplandeciente. Con razón no podemos parar de volar por los aires.
Miro adelante y la veo: la Uli que no tenía miedo e iba callada camina a proa sin temor ni inestabilidad. Lo hace parecer fácil. Cuando llega al borde del barco-inflable de tela empiezo a sentir ansiedad. Sin embargo se baja. Se baja como si estuviera sentada en un bordecito alto o una mesa. Sin más. Y la vemos claramente.
Camina sobre el agua que parece estar congelada y brilla. Mira hacia atrás para alentarnos: no pasa nada. Podemos volver a tierra. Agarrás tu mochila y volvemos a tomar el barco. No nos lo dice pero lo sabemos. Está demasiado lejos y hay demasiado viento como para oírla de todos modos.
Vemos las olas inmensas a lo lejos y tenemos miedo por ella. El barco es lo suficientemente alto como para mantenernos secas cuando lleguen a la costa pero ella camina sobre el mismísimo borde del agua. Nos quedamos así flotando y pensando en eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario